Con algo de nostalgia, pero también con asombro, recuerdo cuando en mis primeros años de formación, el uso de AutoCAD en el taller de diseño era casi un tabú. Los profesores lo veían con recelo, convencidos de que esa nueva herramienta significaba el fin del pensamiento creativo y una amenaza directa a las habilidades manuales que nos definían como verdaderos arquitectos. En aquel entonces, presentar un proyecto elaborado en computadora podía incluso restarte puntos.
Pero hoy, con perspectiva, entiendo aquella resistencia. Muchos de nuestros mentores habían construido su carrera a partir del vínculo íntimo con el papel, el lápiz, las plumas y el escalímetro. Para ellos, pasar del trazo al comando era casi un salto al vacío. Y sin embargo, lo dimos.
A lo largo de la historia, la arquitectura ha sido el espejo más claro del conocimiento tecnológico de cada época. Las pirámides egipcias no hubieran sido posibles sin los avances en geometría y astronomía. Las catedrales góticas requirieron un dominio profundo de la estática y la ingeniería estructural. Y el Guggenheim de Bilbao simplemente no existiría sin el modelado computacional tridimensional y la precisión del software CATIA. Cada gran salto arquitectónico ha ido de la mano con una revolución tecnológica.
Durante mis primeros años en la profesión, aún era común encontrar oficinas con grandes mesas de dibujo, sillas altas, reglas T y lupas con lámpara. Pero gradualmente, esas escenas fueron reemplazadas por monitores, estaciones de trabajo y software especializado. Las universidades comenzaron a integrar cursos de dibujo digital, y con el tiempo, lo que al inicio fue rechazo se convirtió en eficiencia. Esta transformación también trajo consecuencias inevitables: la desaparición de algunos roles operativos y el nacimiento de otros nuevos.
Hoy sería impensable contratar a un dibujante arquitectónico sin habilidades en modelado 3D. Y cada vez es menos viable trabajar sin metodologías BIM. Pero lo que se viene es aún más profundo.
Según el más reciente reporte 2024 Global Human Capital Trends de Deloitte, los empleos operativos centrados en tareas repetitivas, como la documentación manual, están siendo reemplazados por sistemas automatizados capaces de generar planos directamente desde modelos paramétricos. En cambio, los roles con mayor proyección son aquellos que combinan creatividad, pensamiento estratégico y dominio de herramientas basadas en inteligencia artificial: arquitectos de sistemas, diseñadores computacionales, modeladores BIM con habilidades en gestión de datos, y líderes de equipos multidisciplinarios. En algunos estudios de arquitectura de vanguardia, los algoritmos ya participan activamente en decisiones de diseño, optimizando materiales, tiempos y eficiencia energética.
Frente a este panorama, la habilidad más relevante no es solo técnica: es la capacidad de adaptación. Aprender, desaprender, volver a aprender. Integrar nuevas tecnologías, redefinir procesos, reformular lo que damos por sentado. Porque si algo hemos demostrado como arquitectos, es que estamos hechos para resolver problemas complejos con creatividad. Esta es solo una nueva etapa del mismo viaje.